lunes, 12 de diciembre de 2011

TIEMPOS DE PASIÓN

Nos sentamos alrededor de una mesa pequeña y se quedó admirando el ambiente: tres pantallas planas, un bar lleno de luces, gente joven a nuestro alrededor que sonreían y cantaban sus canciones preferidas, las que están de moda, rancheras y románticas. “Me gusta este lugar”, dijo. “¿Vas a cantar?”, pregunté; “mi mujer es la que canta, yo no”, respondió.

           Comenzó a sonar la canción “Que será” de José Feliciano y el chavalo que ameniza el karaoke me pasó el micrófono. No sabía de qué se trataba pero Henry Avilez, desde otra mesa, comenzó a entonar la canción; me hizo señas y la cantamos a dúo. Escuchó la estrofa: “ya mis amigos se fueron casi todos y los otros partirán después que yo, lo siento porque amaba su agradable compañía, mas en mi vida tengo que marchar”; me miraba sorprendido y animado dio varias palmadas en mi espalda. Teníamos muchos, muchos años de no vernos, de no sentarnos en una mesa a platicar y, al hacerlo, recordamos aquellos tiempos.
           
Como por arte de magia, provenientes de diferentes lugares, coincidimos en Nueva Guinea en la época de postguerra a inicios de la década de 1990. El escenario era desalentador: instituciones del Estado caquécticas, un gobierno local recién electo que estrenaba temeroso la Ley de Municipios para actuar, miles de familias campesinas que retornaban de los campos de refugiados desde el exterior con esperanzas y sonrisas en sus rostros, la infraestructura social existente en ruinas, el bosque tendido en el suelo por el paso del huracán y la producción agropecuaria paralizada. La población estaba deseosa de paz para la prosperidad y el gobierno de Nicaragua se focalizaba en concretizar el proceso de desarme y reconciliación de ambos bandos después del conflicto armado. “Tengo un fusil AK 47 partido en dos, colgado en la oficina de mi casa”, dijo Thomas Pijnenburg.
           
La cooperación internacional se volcó, en esos años, con la ayuda necesaria apoyando el proceso de reconciliación y muchos proyectos que fueron aprobados en la etapa sandinista comenzaron a implementarse, adecuándose a las condiciones de la nueva realidad. En uno de ellos, llamado PRODES, financiado por el gobierno de Holanda, los conocí. Eran las estrellitas, Thomas Pijnenburg, un antropólogo holandés y Pío Martínez, su contraparte nacional, un sociólogo originario de Rivas. También coincidieron Oscar Sánchez al frente de un proyecto de agua y saneamiento ambiental financiado por el SNV llamado PASOC, Ramiro González construyendo casas e infraestructura social en el casco urbano con un proyecto financiado por la AECI y otros muchos más. El jefe de la Policía era el hoy presidente de la FENIBA, comisionado Adolfo Marenco y al frente del Ejército, Rafael Rosales (qepd). El alcalde Orlando Baquedano.
           
“Recuerdo la primera vez que te vi montado en un camión Mercedes Benz de doble eje, azul celeste con placa amarilla y una bandera ondeante de las Naciones Unidas con el logotipo de ACNUR estampado en ambas puertas”, dijo Thomas. Llamé a Harry, el dueño del karaoke y le pregunté “¿te acuerdas de este chele?, éramos clientones del restaurante de tu mamá”. “Sí, claro, ustedes eran como unos diez, yo estaba chavalo y mi mamá me dejaba atendiéndolos porque volaban lengua hasta altas horas de la noche”.
           
La química hizo efectos rápidamente y la empatía creció entre todos. Cada quien desde sus trinchera de trabajo focalizado, pero nos buscábamos para comentarnos los problemas que surgían. “Oye, hace un break, vamos al Peñón a tomarnos un cafecito”, “ya son las cinco, te veo como esclavo, apúrate que nos vamos a reunir donde la Hilda” y entre pláticas amenas, eufóricas, apasionadas y criticas constructivas edificábamos la visión deseada, la imagen recuperada, revitalizada de una nueva “luz en la selva”.
           
Los espacios públicos de concertación fueron promovidos por el grupo. La Comisión Municipal de Defensa del Medio Ambiente, la Comisión Social, la Comisión Económica, etcétera, tenían altos niveles de participación. Todos los actores locales, líderes religiosos y comunitarios, el alcalde y el concejo municipal participaban en ellas buscando el consenso para enfrentar los retos de esos tiempos. Las visiones compartidas en las reuniones informales se volcaban en esos espacios donde cada uno exponía sus argumentos y, luego de acaloradas discusiones, mediante un proceso de votación, libre y democrático, llegábamos a acuerdos que materializábamos con el aporte de todos.
           
“En todas las consultorías que he hecho desde esos tiempos, siempre menciono el trabajo conjunto que hacíamos en la Comisión del Medio Ambiente”, dijo Thomas. Se refiere a la decisión que tomamos con la participación activa de MARENA, Alcaldía, Policía Nacional y el Ejército para ponerle freno al despale indiscriminado y a la comercialización ilegal de madera que por las noches salía en camiones atestados hacia Managua. “Nos respetaban, estábamos jóvenes, ingenuos, llenos de ilusión”, agregó.
           
Nunca olvida a Pío Martínez, su contraparte. “A ver, chele, cómo fue el accidente que tuviste con el avión ultraliviano impulsado por un pequeño motor”, le dije. “Nunca lo había volado pero un día me decidí. Lo armamos y cerca de las casas que construimos con el proyecto, improvisamos una pequeña pista. Me elevé por unos minutos pero una bolsa fuerte de viento me atrapó, no pude dominarlo y caí en un colchón de pasto Elefante que habíamos sembrado. Antes de despegar, Pío me decía que le dejara firmado mi testamento heredándole mis cosas, pero al verme caer, en un instante estaba a mi lado, asustado, y tratando de rescatarme se quemó el brazo con el motor. Él fue el accidentado”, dijo sonriendo, “éramos buenos amigos, nos íbamos en las motos hasta donde podíamos llegar, en el lodazal, subiendo y bajando cerros, hablando con los campesinos y nos caíamos embarrándonos todo de lodo. No nos bastaba eso y nos montábamos en mulas hasta adentrarnos en la montaña. De esa manera hicimos el recorrido hasta Bluefields por la trocha que ahora será carretera”.
           
Recordó varios momentos de esos tiempos. “Vos siempre fuiste el más crítico de todos, el que ponía sin rodeos en la mesa los puntos sobre las íes. Una vez nos dejaste sorprendidos. Desde la alcaldía convocaste a un encuentro de organismos de cooperación externa, más de treinta, para discutir y buscar formas de trabajo conjunto. Tomaste un mapa de Nueva Guinea con círculos de distintos colores, lo pegaste en la pared y comenzaste a mencionar a los organismos que trabajaban en la misma comunidad, haciendo las mismas cosas sin coordinar acciones. Desde ese momento, la dinámica de trabajo cambió: todos tratábamos de coordinar acciones por muy insignificantes que fueran”, dijo Thomas. Una mañana le presenté a mi hijo Ronald: “este es aquel chele que andaba disparado por las calles con una moto Kawasaki 650”, dijo. “El mismo”, respondió sonriente.
           
Preguntó por todos los amigos de esos tiempos. Mostró fotos de su casamiento, de sus hijas y de su casa en España. Regresó a hacer una evaluación de los proyectos TIC (Tecnología de la Información y Comunicación) financiados por el gobierno de Finlandia a varias alcaldías, entre ellas la de Nueva Guinea. Me solicitó convocar a amigos de estos tiempos con visión crítica y organizamos un pequeño taller. Elaboró un esquema en la pizarra y comenzó a preguntar, a cuestionarse, a provocar y, sin dudarlo, me trasladé eufórico a los viejos tiempos. Al día siguiente, amaneciendo, nos tomamos una taza de café con su compañero Theo Vlaar y nos despedimos como en aquellos tiempos de pasión.

Ronald Hill A.
La Colina
Nueva Guinea, RAAS
Domingo, 11 de diciembre de 2011