jueves, 22 de diciembre de 2016

THE MUCKED OBEAH MAN



This man have real problems in his family life so he decided to go and check a obeah man.

The obeah man tell him come back in two weeks time and bring a piece of dirt from yuh yard when yuh coming.

So the man went back after two weeks with the piece of dirt.

The obeah man do he thing and say boy i don't know if you could handle hearing this nah.

The man say go ahead i want to hear.

He say the two boys you calling your sons is not yours, yuh daughter seeing five different men and your wife pregnant for the mail man.

The man starting laughing.

The obean man ask him why you laughing and all this bad news.

I now tell yuh the man say, I have something to tell you, I don't know If you could handle it.

Obeah man say go ahead tell me.

He say boy I was running late and I forget to bring the dirt so I dig out piece from your yard. 


jueves, 15 de diciembre de 2016

EL FONDO DEL AGUJERO


La lluvia no cesa; el viento
retuerza paraguas.
La maleta está lista; la ropa
contiene tu aroma.
Las calles están vacías; el asfalto
refleja tristeza.

Bienvenido al callejón; el agua
fluye intensa hacia la bahía.
Dos chorros me bañan; los aleros
son sus cómplices.
Unos salen otros entran; luchamos
por un resguardo.

La terminal está furiosa; los rostros
hablan del desconcierto.
La bahía está llena; los muelles
de concreto cubiertos.
Las pangas se balancean; las olas
revientan frenéticas.

El horizonte es gris; esconde los
cayos y la costa.
Las aves marinas reposan; las acogen
antiguos cimientos.
Barcos aferrados al muelle; los marineros
en hamacas dormitan.

Los chamberos entregan flotadores; la gente
inquieta hace fila.
Atraca una panga sin toldo; orca
lleva por nombre.
Corremos bajo el aguacero; los asientos
están mojados.

El plástico cubre la panga; la lluvia
estalla en la bóveda gris.
El motor ruge al partir; el zigzag
anuncia la despedida.
El rio está lleno; mi piel
sigue húmeda.

Tus ojos apagados brillan en el fondo del agujero.


Bluefields, 11/12/2016

lunes, 12 de diciembre de 2016

SEMBLANZA DE VIDA DE DOÑA ROSA BERMÚDEZ


Rosa Paulina Mendoza Brenes nació el 30 de marzo de 1923 en El Castillo, Río San Juan. Sus padres fueron Indalecio Mendoza y Berta Brenes. En su infancia se trasladó a vivir a Popoyuapa con sus tíos paternos y luego regresó a El Castillo.

En plena florescencia salió del seno familiar en búsqueda de una nueva vida. La pobreza estrangulaba sus sueños, las labores cotidianas vaciaban su alma, pero las noticias que llegaban sobre el auge bananero, del empleo abundante en la Costa Caribe, la motivó a surcar el Rio San Juan desde El Castillo hasta la barra de El Colorado. La majestuosidad del paisaje, aguas claras, aves cantoras surcando el cielo, hicieron que la esperanza de una nueva vida brotara en su inocente rostro.

Desde la barra de El Colorado se embarcó en la lancha “María del Socorro” y descubrió el furor de las olas del mar, el aroma marino, la brisa salina y atardeceres de ensueño hasta desembarcar en el puerto de El Bluff. En la lancha conoció a Toño Real y le prometió ayuda para obtener un empleo.

Un día después de su llegada, la familia Aróstegui la acogió como a una hija y ella colabora en las labores del hogar.  Por su gracia y belleza en flor, Santiago Bermúdez González la corteja y forman la familia Bermúdez Mendoza compuesta por dos mujeres: Matilde y Socorro aquí presentes, y siete varones: Felipe, Ramón, Fausto (QEPD), Guillermo (QEPD), Martín (QEPD), José Dolores (presente) y Manuel.

Crecí al lado de la casa de mi abuela Manuela y mi abuelo Felipe Álvarez en El Bluff. La familia Bermúdez Mendoza vivió por muchos años frente a nuestra casa y siempre voy a recordar a doña Rosa en su jardín, sembrado y cuidando sus plantas. Tuve la dicha de saborear sus exquisitos platos de comida y crecer con alegría al lado de sus hijos. Mi abuelo Felipe y Santiago, “Chagüito”, eran compañeros de trabajo en la Aduana de El Bluff, donde trabajaron hasta el último de sus días.

Por su espíritu emprendedor y servicio, doña Rosa logró ganarse el corazón de los Blofeños, a quienes sirvió con alegría y compromiso cristiano en la capilla “Nuestra Señora del Carmen” en El Bluff. Colaboró como catequista de bautizos y matrimonios, cuidó de la sacristía con amor y devoción, fue anfitriona de seminarista y sacerdotes a los que deleitaba con sus comidas y repostería. Sirvió a monseñor Smith, monseñor Scheffer, a Fran Smuko y al padre Edwin entre otros más.

Enviuda luego de 48 años al lado de Santiago y se traslada a vivir a la ciudad de Bluefields donde se integra al servicio de la parroquia “Nuestra Señora del Rosario”.

En el año 1996 se traslada a vivir a ciudad Rama con su hija Socorro Bermúdez y su esposo, Rafael Álvarez, mi primo que en paz descansa. Desde su arribo a la ciudad se integra a la orden franciscana seglar, apoya y colabora en actividades para reconstruir el templo de la iglesia católica dañado por el huracán Juana y administra la eucaristía, llevándoles la comunión a los enfermos.

Parte a la presencia del Señor el 9 de diciembre del año 2016, a la edad de 93 años, dejando a su paso por este mundo un gran legado en los 6 hijos que le sobreviven al lado de 30 nietos, 51 bisnietos y 8 tataranietos.

No te detengas ante mi tumba y llores,
no estoy allí. No duermo.
Soy mil vientos soplando.
Soy el centello diamantino de la nieve.
Soy la luz solar sobre el grano maduro.
Soy la tenue lluvia de otoño.

Cuando despiertas en la quietud matinal,
soy la prisa rauda, ligera de quietos pájaros
volando en círculos en el cielo,
soy la tenue luz de las estrellas en la noche.

No te detengas ante mi tumba y llores,
no estoy allí. No duermo.
No te detengas ante mi tumba y llores,
no estoy allí.
¡Estoy en todas partes! ¡Vivo!

Rosa Bermúdez, ¡descansa en paz!

Leído en la Catedral de Bluefields.
10 de diciembre de 2016

Bluefields, Nicaragua.

sábado, 26 de noviembre de 2016

EL HURACÁN OTTO Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Desde muy tempranas horas del día Lunes 21 del corriente mes presté suma atención a la evolución de la depresión tropical que en el transcurso de la semana se convirtió en el huracán Otto.

Fue a través de internet que seguí su curso, lo que me permitió prepararme para lo que sería un inminente desastre en el Sur-Este de Nicaragua. Las páginas que cada dos horas visitaba fueron el Centro Nacional de Huracanes, Hurricane Tracker y el periódico digital Costa Rica Hoy. También mantuve encendido el televisor por varias horas, principalmente para observar la cobertura especial que brindaron los medios de Costa Rica. De Nicaragua solamente vi lo expuesto por el SINAPRED al momento de decretar la alerta amarilla para la zona de la RACCS y la conferencia que brindaron desde Bluefields porque los otros canales de TV informaban lo mismo que el SINAPRED decía.

Conociendo la trayectoria calculada de Otto me dispuse a crear condiciones para prevenir los posibles efectos que causaría en Nueva Guinea. Selle las ventanas de mi casa con láminas de zinc, abrí zanjas para que el agua se escurriera con rapidez, podé árboles y derribe los que eran amenaza para la casa, y compre bolsas y plástico negro para proteger cosas de valor antes que los comerciantes agiotistas del mercado municipal elevaran en un 200 por ciento el precio de los mismos.

El día esperado del impacto estábamos preparados. Por la mañana, a eso de las nueve de la mañana, uno de mis vecinos me visitó preocupado. “Le tengo miedo a esos árboles, mi vecino no quiere derribarlos”, dijo. “No le haga caso, usted busqué como cortarle todas las ramas”, le respondí después de ver los enormes árboles de Laurel a un lado de su casa. Desde ese instante se conformó una brigada de vecinos para derribar y cortar árboles porque consultaron a autoridades de la municipalidad y respondieron que si eran un peligro no dudaran en cortarlos.

A las tres de la tarde se suspendió el servicio de energía eléctrica en Nueva Guinea. La información por la radio local, Radio Manantial, se suspendió y solamente podía seguir los acontecimientos a través de mi teléfono inteligente pero se me había descargado. Di un suspiro cuando, después que Otto tocó tierra Nicaragüense y chocó con la Reserva Indio – Maíz, dio un giro hacia el sur-oeste en su trayectoria, internándose en el territorio fronterizo de Costa Rica. “Nos salvamos”, le dije a mi familia, se internó en territorio Costarricense nuevamente. Salí a hacer un recorrido por la ciudad y sus calles se encontraban vacías, la gente esperaba angustiada al huracán Otto.

Las redes sociales explotaron a causa de Otto. Por ellas pude observar transmisiones en vivo desde Bluefields, El Rama y Costa Rica. Los medios de comunicación tradicionales, principalmente los televisivos de Nicaragua no estuvieron a la altura para informar sobre el huracán: repetían lo que las televisoras oficiales informaban, volvían a su programación regular mientras desde Costa Rica observaba los acontecimientos en tiempo real, a los periodistas en los lugares de los hechos, a los miembros del Comité Nacional de Emergencia (CNE) dando reportes constantemente sobre la situación, a sus habitantes hablando en vivo y a su presidente al frente del CNE.

¿Por qué los medios de comunicación de Nicaragua se mostraron tan indiferentes ante el huracán Otto? ¿Son los periodistas de Costa Rica mejores que los de Nicaragua? ¿En Nicaragua no se cuenta con los medios tecnológicos necesarios para cubrir un evento de esa categoría? ¿Existe una estrategia en los medios de comunicación del país para informar en tiempo real sobre este tipo de acontecimientos? ¿La estrategia de comunicación oficial del gobierno de Nicaragua es la más adecuada para cubrir un fenómeno natural como el huracán Otto? 

Si las respuestas son negativas, los medios de comunicación del país deberían de emprender un análisis de situación que los ponga a la altura de los nuevos tiempos para que cumplan con sus principales objetivos: informar de forma veraz y oportuna al pueblo de Nicaragua.

viernes, 18 de noviembre de 2016

AZUCENA FLORES: DESEOS EN PENUMBRA

No es una confesión, no podría llamarlo de esa manera, pero yo, Azucena Flores, lo expreso en esta casa que abre su puerta esta noche para tenerte a mi lado.
   
Mi primera revelación llegó a edad temprana, a los doce años cumplidos. Nadie me lo dijo,  esa mañana no asistí a la escuela, me postré horrorizada en la cama de madera fina y colchón de resortes, imagínate como estaba cuando vi la línea de sangre escurriéndose en mis muslos, a lo largo de las piernas, pero el susto me pasó y, poco tiempo después, disfruté el cambio de mi cuerpo con caricias y juegos de niña.

No florecí como diosa, no, nada de eso, porque siempre he sido así como me conociste, ni alta ni baja, mi cuerpo, ¿cómo podría describírtelo?, es así completo para tú gusto, a tu medida; delgado, con estas curvitas en las que frenético te desplazas, con estos pechos, míralos, ya sé que te encantan aunque sean pequeños porque de mis pezones he saciado tu sed angustiosa de macho y sin reprimirme te he amamantado como si tu mamá no te hubiera dado de mamar tiernito, desesperándome al verte deseoso, con la sed de acariciarme las nalgas, sí, éstas nalgas carnosas de flaca que siempre has nalgueado cuando estoy desnuda, esperándote así como siempre lo he hecho en la sala, iluminada por una candela, como en este momento, con un short cortito, en camisola, sin brasier, con la punta de las nalgas descubiertas para que me las acaricies, para que me des esas palmadas con tus manos callosas, enloqueciéndome con el brillo de tus ojos.

Todos tus gustos los fui aprendiendo en cada encuentro, por las tardes y de noche, se fueron haciendo poco a poco parte necesaria del ritual por el que me rindo en tus brazos, elevándome entre las nubes cuando tu lengua loca me ensaliva el cuello y con tus manos apretujas mis pechos, pegándote a mi cuerpo con ese calor de macho en celo, desprendiendo ese olor encabritado que me derrite de deseos sin darme cuenta del momento en que me desnudas. Sos, y siempre has sido, la causa de mis excesos.

No me afrento de ello, al contrario, me siento la mujer más feliz del mundo, la más plena, soy la luna llena que surge radiante entre la penumbra de la noche para derretirme en el fuego de tus delicias. Y desnuda soy fiera salvaje, dueña de mi guarida, soy la que controla tus acciones, no me rindo, al contrario, me apropio de este juego milenario, soy la guardiana de todos tus pensamientos, secretos, tus deseos y miedos. No hago pausas, me dejo llevar por tu cuerpo libidinoso y allí, en ese instante, caes rendido en mis garras.

He aprendido de tus fantasías. No puedes reclamarme nada, ¿qué no he hecho por vos?, he sido todo lo que has querido: tu mujer, tu amante, tu puta como me decís cuando estás desesperado por tenerme. Y ese es el momento en que sos mi presa. Todos mis secretos de mujer los he compartido con vos. Te he dado lo que nunca te habías imaginado. Por vos me convertí en contorsionista, en serpiente laboriosa, has saboreado todos los fluidos de mi cuerpo y eso es lo que más me encanta.

No te rías, esa risa la conozco, ¡sí, es cierto!, al inicio no me gustaba, pero por vos aprendí a disfrutar mi cuerpo. Me mostraba recelosa cuando tus manos se apropiaban de mi cintura, abriéndome las piernas con la cabeza y tu lengua endemoniada acariciaba los labios carnosos de mi sexo que has chupado por más de treinta años, esa lengua tuya, indecente, serpenteando entre mis pliegues, embistiendo con fuerza mi silencio, lengua indecorosa que desgarra mi piel y, en ese jueguito, descubrí la gloria cuando tu boca apartó mis labios menores y se apropió de mi clítoris, manifestando el placer de mi sexualidad y la sensualidad plena de mujer.

Lo confieso, me hiciste sentir lo que nunca antes había experimentado, llegaste a mi vida iluminando la penumbra de mis deseos y, dueña de ellos, te convertí en esclavo de mis pasiones. Mi mayor anhelo siempre ha sido tenerte desnudo en mi cama, con esa mirada pérdida en el tiempo, ansioso que me adueñe de tu sexo, pidiéndome en silencio que deguste el néctar divino de tus entrañas. Y yo, obediente, me ahogo en tus deseos, atragantándome en el infinito de tu memoria, disfrutando el palpitar ardiente de tu sexo con ternura de niña huérfana para empaparme de tu savia al ritmo de nuestros cuerpos acoplados, en una danza sin fin por todos los espacios de la casa: el sofá, el comedor, la cocina, el piso, en la alfombra, en el baño y la cama, en la que aún duermo y ha sido testigo de todo lo que descubierto a tu lado. 

Llevo el orgullo grabado en la frente, no me arrepiento de nada. No me importa lo que murmuren a mis espaldas, ni lo que él piense, mi vida es mía así como mi cuerpo lo he consagrado a vos en silencio, he superado todas la barreras para alcanzar la dicha y he pagado el costo de ello. Ha sido un camino largo y doloroso, es el precio que pocas estamos dispuestas a pagar para salir de la penumbra de nuestros deseos.

Ronald Hill A.
18/11/2016

Foto: Sergio Orozco.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

DESAYUNANDO EN LOS COMEDORES DEL MERCADO DE BLUEFIELDS


Subo las escaleras mojadas que llevan al segundo piso del mercado municipal de Bluefields. Dos cubetas se rebalsan, obstruyen el paso y el agua se chorrea en todo el acceso hasta inundar la acera y la cuneta. Entro a la sección de los comedores por segunda ocasión en busca de una taza de café y tortillas de harina cubiertas con mantequilla para desayunar. Me dirijo al mismo comedor donde atiende una mujer de ojos almendrados, cabello liso recogido en una moña y orgullosa de sus caderas. Me sonríe, quizás recuerda que la primera vez me di cuenta que no andaba la billetera hasta después de desayunar, y cuando se lo dije mostró su bella dentadura de oro. “No le creo”, contestó. Se lo expliqué, aceptó mi propuesta y cinco minutos después regresé a pagarle.

En esta ocasión, una mujer joven se encuentra con ella. “Debe ser su hija”, pienso porque es bastante parecida a ella; tiene la misma mirada, la misma forma de su cara, el mismo cuerpo pero más animoso. Ella atiende y me ofrece gallopinto con cerdo frito además de las tortillas de harina y café.  Las expresiones de su rostro son las mismas que las de la chavala, pero muestra un poco de decepción cuando le digo que quiero lo mismo de la vez anterior. “No señor, usted debe desayunar mejor”, dice y se dirige a la cocina.

La chavala se acerca, me sirve la taza de café y dos mujeres le hablan con un tono violento desde el lado de las barandas. La chavala busca a la mujer que regresa y me sirve el plato de comida. Observo el plato generosamente servido y la mujer va al encuentro de las que casi gritan. Discuten entre ellas, la chavala sale de la cocina con un enorme cuchillo que brilla en sus manos y va en defensa de la mujer. El vigilante se antepone entre ellas, la mujer regresa a la cocina, toma un cuchillo, su rostro se ha transfigurado por el odio. A la chavala y las otras dos mujeres ya no las puedo ver, la pared del pasillo no me lo permite, sólo escucho los gritos. El plato servido me ha abierto el apetito, doy un bocado, el cerdo está delicioso pero me tiemblan las manos.

Las mujeres de los otros comedores corren hacia el lado del pasillo. Es una pelea de gritos,  de jaladera de mechas, de hijueputazos. Cuatro policías llegan, entre ellos una mujer. Alguien los ha llamado por teléfono. El escándalo se calma y la mujer con la chavala regresan a su cocina. Tienen sus rostros enrojecidos, están desesperadas, rabiosas. Los policías invaden el comedor. La mujer comienza a vociferar en contra de otra dueña de comedor: “¡es ella!, ¡la desgraciada siempre nos hace lo mismo!, ¡llama a esas pandilleras hijas de puta para que nos hagan la vida imposible!, ¡ella quiere acaparar todos los tramos!”, dice a gritos.

La mujer policía habla con las dos mujeres. Ella vuelve su mirada hacia mí. Desde que me senté no me he movido. “Tiene que ir a poner la denuncia”, dice la policía. Anota en una hoja de papel sus datos y los cuatro se dirigen al tramo de la otra mujer, de la acusada de provocar el pleito. Ella se acerca a la mesa. “Que pena me da”,… “ya no aguanto esta situación”,… “yo estoy trabajando, ganándome la vida”,… “estas desgraciadas”. “Vaya a poner la denuncia”, le digo.

Una mujer con trenzas de rasta se acerca a ella y conversan. “Usted es testigo”, me dice. “Todas aquí nos hemos quejado, un solo CPF no puede mantener el orden, ya te lo hemos dicho varias veces”, le dice a la mujer de trenzas. Me fijo en sus ojos, son vivos, color de miel. “Ya se lo he dicho a la alcaldesa”,… “le he enviado varios memorándum”,… “no quiere gastar en otro”. “Pero usted es la superintendente”, responde la mujer,… “esto no puede seguir así”. “Ay niña, ya estoy cansada de pedirlo, no me hacen caso”, responde la superintendente y se aleja. Mientras ellas conversan he saboreado con la intensidad del ambiente el cerdo frito, de hecho está delicioso.

Le pido la cuenta. Cancelo lo que me dice. Miro el reloj y son las ocho de la mañana. “Muy temprano para viajar a El Bluff”, pienso. “Cuénteme cómo es que prepara el cerdo frito”, le digo. Sonríe, su semblante ha cambiado y la chavala lava los platos con calma. Bajo nuevamente las escaleras mojadas, me sostengo de los pasamanos. “Si todo pudiera cambiar, si la seguridad mejorara, si la alcaldesa comiera de vez en cuando en los comedores del mercado tal vez un día la situación de las mujeres y sus clientes será mejor”, pienso al pasar al lado de las mujeres que venden mariscos en la cuneta de la calle que te lleva hacia centro de la ciudad.

Miércoles, 2 de noviembre de 2016.

miércoles, 26 de octubre de 2016

HIJO DEL TIEMPO Y ARENA


Mar fue mi primer palabra,
después de mamá.
Crecí con nombres marinos
en la lengua: oleaje,
pelícano, macarela, estrellas, huracán;
el sonido de sus nombres,
nativos como yo.

Caminé descalzo por la playa del Tortuguero
con mi padre, donde un estrecho
arenoso me aferra a Nicaribe,
perdiendo la vista en la mar azul
donde las redes de pescadores
acompañan cantos de esperanza.

En el mapa una flecha roja dice
estás aquí; en el faro,
al pie del acantilado,
entre rocas azules donde los jóvenes
perforan corazones entrelazados con sus nombres.
Estás aquí; entre la brisa marina,
donde la historia es una capa fina de arena
que el viento desaparece si no la atrapas.

El mar tiene una lengua antigua,
su voz se expresa en distintos dialectos;
al explotar las olas en los troncos,
en las piedras, en la arena, en los barcos.
La línea de playa tiene dolor
en la médula de sus huesos.
Su cuerpo recuerda
cicatrices de exterminio,
como las familias que sufren
al ver marchar a sus hijos,
arrancados de sus raíces por la pobreza.

Y alguien sobrevivió para recordar,
más allá del peso de los barcos sarrosos,
y de miles de manos cortándolos con
profundas huellas de dolor.
Alguien sobrevivió para contar la historia
de esta tristeza, abandonando el mar,
su playa, sus casas, sus familias,
orando junto a su moribunda abuela,
enterrada junto a árboles que no volvieron a florecer,
donde la bahía lloró al zarpar,
donde el río cubrió su alma con neblina al pasar,
donde un niño creció preguntando para guardarlo
en la memoria, para tejer  historias de viajes,
de viejas costumbres, de la vida de día, los cantos
y tradiciones de noche.

Estás aquí, dice la flecha roja,
donde la línea del mar y la playa se tejen.
Crucé la montaña, navegué el río,
hasta que se me olvidó mi nombre.
Y vine aquí, al mar azul,
a recordar la alegría más antigua que se,
bañarme en la playa desnudo,
acompañado por el oleaje, algas,
el canto de aves marinas.
Estar vivo, y la playa diciendo:
estás aquí, has vuelto,
hijo del tiempo y arena.

Ronald Hill A.


domingo, 23 de octubre de 2016

DISFRUTA DE LA PLAYA DE EL BLUFF



Indiscutiblemente, el principal atractivo de El Bluff es su playa, la playa del Tortuguero, llamada en estos tiempos “Bluff Beach”. Para llegar a “El Paraíso”, así le llaman las nuevas generaciones de Blofeños, se debe tomar una panga en Bluefields, y luego de unos 15 minutos de travesía, en los que se aprecian los cayos de la bahía, pescadores nativos en sus cayucos de vela, aves marinas, pasajeros que viajan a Bluefields dándote saludos, barcos que cruzan el canal en la parte norte de la bahía de Bluefields en dirección al Río Escondido y otros saliendo por la barra hacia el Mar Caribe, los chamberos te esperan en el muelle de las pangas, entre ellos Wesley y Pelé.

Allí mismo, a un lado del muelle, puedes tomar una moto-taxi o “caponera” para trasladarte hasta la playa al precio de veinte córdobas por persona. Si no tenés prisa, si quieres conocer El Bluff, hay solamente dos rutas a tomar.

A la izquierda del muelle, a unos diez metros, hay una subida que te lleva al antiguo andén del puerto. Al caminar vas a ver una malla metálica que bloquea todo el sector de la aduana así como los vestigios de casas que fueron bellas hace muchos años y que el huracán Juana dejó en ruinas, pero con la ayuda de Hábitat para la Humanidad las familias lograron reconstruirlas parcialmente. En el trayecto vas a encontrar la Capitanía del Puerto y frente a ella un portón clausurado que prohíbe el paso hacia el muelle de la aduana. Al llegar al acceso que da a las oficinas de la aduana, vas a ver a la derecha unas gradas que antes podías tomarlas para subir al parque de la loma de El Bluff donde vivió por muchos años el coronel Alejandro Peters, pero hoy se encuentran bloqueadas con láminas de zinc que no permiten el acceso. Un poco más en el trayecto vas a ver a tu izquierda el cuartel de los guardias, hoy llamado base naval de El Bluff, y un portón metálico resguardado por guardias nerviosos que bloquean el paso. No te detengas y sigue caminando. Vas a llegar a un punto desde el cual la playa del El Bluff te da la bienvenida en la distancia, ese punto en que te encuentras y la ves de frente, es la esquina de Miss Lilian, llamada así en los tiempos gloriosos de El Bluff. Debes seguir caminando y llegaras a la iglesia Morava y, unos metros más hacia adelante, a la capilla de la iglesia católica. Allí, en frente de la iglesia está el colegio, y detrás el cementerio. Si sigues la bajada no muy marcada vas a ver el parque de El Bluff, propiamente donde antes se jugaba béisbol y futbol. En ese sector siempre hay moto-taxis y, si quieres ir más allá de ese punto, puedes hacer un tour por los diferentes sectores que conforman el pueblo.

La otra vía para llegar a la playa es tomando directamente una moto-taxi para que te traslade, pero también puedes tomar una panga y arreglar el traslado hasta el muelle de la playa. Muchas personas que quieren ir directamente desde Bluefields alquilan una panga, es decir, pagan el viaje expreso ida y vuelta con lo que se evitan la desesperación de esperar que los pangueros llenen la panga de pasajeros. Si vas con un grupo te recomiendo esta última opción que cuesta 40 dólares el viaje redondo, evitándote estar pendiente de la panga para que te traslade de regreso a Bluefields.

La playa de El Bluff es prácticamente virgen, en el sentido que no existen construcciones que alteran el paisaje. Vas a encontrar varios ranchos, pero solamente funciona uno todos los días de la semana. ¿Por qué? Por varias razones.

La playa de El Bluff como destino turístico solamente es promovida por las autoridades municipales e INTUR para la época semana santa. Los habitantes de Bluefields son poco asiduos en disfrutar del mar, aún cuando lo tienen frente a la bahía, y se convierten en playeros para la época navidad y año nuevo. En esas épocas del año, la mayor parte de los visitantes se traslada con sus alimentos y bebidas lo que provoca un bajo nivel de consumo de los productos que ofertan los dueños de los ranchos (comida, cervezas, gaseosas, agua embotellada y ron), reduciendo el ingreso local.

Los dueños de los ranchos también tienen limitantes que deben superar, como disponer de servicios sanitarios y agua potable permanente, aspectos vitales a los que todo el visitante debe acceder de manera permanente.

La escasa actividad turística mantiene desmotivados a los dueños de los ranchos y sus problemas se vuelven cíclicos. Cada quien mira por sus intereses y se preocupan por estar activos en las épocas del año antes mencionadas. Sin unidad no conseguirán superar sus problemas. Entre todos podrían crear una oferta de servicios más estable, gestionar promoción permanente frente a las autoridades, adquirir una o dos pangas para el traslado de los clientes desde o hacia Bluefields y hacer publicidad de sus servicios.

Con el tránsito permanente de vehículos en la carretera de Nueva Guinea a Bluefields, se abre una ventana de oportunidades para hacer realidad el turismo de playa en El Bluff. Pero mientras llega ese momento, me tomo la libertad de recomendar a mi amigo Javier Benavidez, el único que se mantiene 365 días del año prestando atención en un rancho de la playa.

Si en tus planes está contemplado disfrutar de la playa, aquí te dejo su número de teléfono, 8361431, para que lo llames. Estoy seguro que vas a pasar un día ameno y tranquilo disfrutando del Mar Caribe y él te pude platicar sobre la historia de El Bluff.

Domingo, 23 de octubre de 2016

viernes, 14 de octubre de 2016

EL UMBRAL DEL RESENTIMIENTO



Esperó que todos durmieran.
Abrió la puerta, vio las calles:
oscuras y desoladas.
Recorrió la pista de aterrizaje.
Cruzó el claro, disfrutó la brisa:
tez y alma.
Rompió el umbral del resentimiento.
En una hamaca, él la esperaba:
complicidad y ternura.
Lluvia en el techo estallaba.
Desnudó su cuerpo, abandonó sus penas:
ardor y canto.
Regresó en la madrugada.
Cerró la puerta, el silencio esperaba:
aborrecimiento y abandono.
Durmió anhelando otra noche.

martes, 11 de octubre de 2016

TU VOZ ES NUESTRA VOZ: SUELTA LA LENGUA



La era cavernaria sigue su curso y ahora da con el garrote en Bluefields, sede de la Región Autónoma del Caribe Sur y cuna de la Autonomía, el proyecto más hermoso y el único que es real y orgullo de Nicaragua a pesar de sus errores, conflictos y desafíos. Y lo hace con el peso de los poderosos, los mismos que se auto proclaman defensores del proceso autonómico, ese proceso que convoca a los pueblos de la Regiones Autónomas a vivir en armonía, a hacer propia su libertad, a vivir la unidad en la diversidad.

El poder ha cubierto con su manto oscuro la libertad de expresión en Bluefields. El noticiero Hoy, conducido en viva voz de la periodista Yolidia Navas, conocida popularmente como “La Che”, fue cerrado, expulsado de Radio Zinica, una radio para-oficial. El noticiero Hoy se transmitía los días de semana, de lunes a viernes, en horario de 6:15 a 7:00 a.m. Su línea de difusión principal era otorgarle voz a los sin voz, abrir los micrófonos a las personas de las diferentes comunidades de la Región para hacer denuncias sobre los diferentes acontecimientos y realidades que los afectaban. Además cubría sucesos de diversa índole en Bluefields, desde conflictos vecinales hasta denuncias contra las autoridades municipales, regionales, partidarias y los actos de corrupción que han cubierto con su miasma a la ciudad de los campos azules.

Mis amigos y amigas periodistas de la ciudad de Bluefields han dado sus muestras de solidaridad con “La Che”, valiéndose de las redes sociales para manifestarse, incluso algunos dueños de medios radiales le han abierto sus puertas para que continúe con su labor de información, denunciando a los poderosos que violan la ley, y continúan cometiendo arbitrariedades en contra de los pueblos del Caribe Sur.

Desde este espacio, Sueños del Caribe, me solidarizo con Yolidia, con “La Che”, y usando a Orishas te "digo que sueltes la lengua, esa lengüita de trapo, que te arranques de la boca el maldito esparadrapo".

En el mes de la Autonomía no se asesina la libertad de expresión, mucho menos en un aniversario más de la ciudad de Bluefields. ¡Viva la libertad de expresión!

Nueva Guinea, RACS

Martes, 11 de octubre de 2016

martes, 4 de octubre de 2016

MENDIGOS DE AGUA


“Agua que no has de beber, déjala correr”, es una expresión gráfica.  Imagínense que un día se nos ocurre ir al río El Zapote, el mismo que con sus aguas logra saciar la sed de los que habitamos en el casco urbano de Nueva Guinea, y en la orilla decidimos no beber de él, con ello estamos dejando que el agua siga su curso hasta que llegue a aquellos que sí la necesitan o quieren beber de ella. Sino, lo que haremos es poner obstáculos o impedimentos a que el agua llegue allá donde debe, donde la necesitan.

También “agua que no has de beber, déjala correr” se ha convertido por su uso en un refrán que nos dice que si algo no es de nuestra incumbencia, si no te interesa, si no es de tu responsabilidad, ni te afecta, no debes involucrarte en ello, debes dejar que pase, no debes meterte en medio. Bonito, ¿verdad?, pero como a todos nos incumbe, nos interesa el agua, debemos involucrarnos en la problemática.

Una vez escribí sobre este tema, el de la problemática del agua en Nueva Guinea y, con cifras en manos, señalaba que el 27.1% del agua bombeada se perdía, constituyéndose en un verdadero derroche de agua.

Nuestra ciudad crece sin parar, todo mundo construye a su antojo, pero cada año el caudal del río baja hasta el grado que el agua no sigue su curso y miles de peces mueren atrapados en el dique de contención. Por todas las zonas se amplía el número de usuarios, y cada año padecemos el mal del racionamiento, aglomerándonos en los meses críticos frente a las pilas de agua de ENACAL, transformándonos en mendigos de agua.

Y señoras y señores, apenas estamos en el mes Octubre y ya los funcionarios de ENACAL insinúan que van a racionar el agua. Yo realmente no entiendo, amplían la red de distribución cada año y luego cierran los tanques. ¿Qué sentido tiene? Eso sencillamente nos está mostrando el poder que ellos tienen sobre nosotros, los usuarios, sobre los habitantes de la ciudad. Adoptan la posición del papá que castiga al hijo sin que tenga alguna culpa, le da reprimendas por los errores que él ha cometido y, en medio de su propia crisis, le da un tajonazo en la espalda al chavalo. Ve que lindo, injusticias para los usuarios que hacemos uso racional de ella.

El cuento de que van a hacer nuevos tanques, que los van a subir en unas torres tan altas como el cielo para que a todos nos llegue el agua, que van a hacer un dique de contención en el río de la Sardina, que después vamos a beber agua del Río Plata, son eso, cuentos de agua, y llegara el día en que nuestros nietos y bisnietos visiten el río como aquella vez que no bebimos agua a la orilla de El Zapote, donde hallaran un rótulo entre las piedras del fondo seco que dirá: “De aquí bebíamos agua”, firmado por ENACAL y todos los gobiernos municipales que nunca hicieron nada por resolver de manera responsable la problemática del agua en Nueva Guinea.

Si los ciudadanos de la ciudad de Nueva Guinea seguimos siendo pasivos, si no nos involucramos activamente en la búsqueda de solución al problema del agua, seremos responsables de que nuestros hijos, nietos y bisnietos sufran las consecuencias de ello.

Martes, 4 de octubre de 2016.
Nueva Guinea, RACS.

jueves, 29 de septiembre de 2016

SORDO, CIEGO Y MUDO: PATAS PARA ARRIBA

Siempre llamo por teléfono a mis amigos taxistas para que me lleven al pueblo. ¿Cómo está el día?, pregunto. Y de allí sigo diciendo que me gustaría ser taxista, que se la pasan divertido, que van a dónde el cliente se los pide, que se dan cuenta de todo lo que sucede a través de la radio o de lo que les cuentan los pasajeros, que mujeres no les faltan y, cuando terminan el día, tienen las cartera llena de billetes. Todos ríen, pero pocos lo aceptan.

“No lo crea, el negocio está palmado, estamos jodidos, hace meses se perdieron los billetes”, dijo uno de ellos. “Todo el día paso sentado, cuando hace calorazo sudo hasta por el trasero, y por eso tuve que poner este abaniquito, mire, mire la panza que me ha crecido”, dijo reclinando la espalda en el asiento para mostrarla. “He tenido que visitar al doctor, antes no le hacía caso al dolor de espalda, pero luego de seis meses de andar para arriba y para abajo, llegaba a mi casa sin poder agacharme y la mujer me miraba recelosa. “Tiene que hacer ejercicios, salga a caminar, estírese”, me dijo el doctor en la clínica. “Y apenas voy a cumplir 35 años, que le parece, a este paso no voy a poder agacharme para montar la carga ni a ella”.

“Sí usted supiera de lo que me doy cuenta, todo mundo dice, todo mundo cuenta, que la palmazón, que no hay reales, que fulanito se contrabandea a la fulanita, que Pedro dejó los cachos en la puerta, que las elecciones, que el Canal, y miles de que y que, pero en este negocio uno debe ser como Shakira, sordo, ciego y mudo, hacerse el loco, pues”, comentó uno que tarda más que los otros en venir a buscarme.

“De mujeres no quiero saber nada… eso ya la superé”, dijo otro. Al comienzo, cuando agarré el carro, miraba la cosa de otra manera. No me vas a creer, pero me llamaban mujeres de todos lados, de la zona 5, la 6, la 8, la 3 y del centro, porque para tener clientes tenés que dar tu número de teléfono. Me la daba de tuani, para arriba y para abajo, con una y con otra, eso sí, hasta después que había hecho el día, con 300 varitas en la bolsa, cuando ya había asegurado los billetes del dueño del taxi. Entonces sí que lo disfrutaba. “Amor, llévame a un lugarcito donde estemos rico”, me decían. Y yo agarraba la vara, me desmangaba a alquilar un cuarto, imagínate, en un ratito se me desaparecían los realitos que había hecho en todo el día. Ahora que va, más bien me les corro, porque aunque usted no me lo crea, en este pueblo hay mujeres que viven aburridas y dan lo que sea por salir en carro a divertirse, a dar una vueltecita, a quitarse el estrés del aburrimiento”.

Me dejan donde les digo, a veces en la barbería, a veces en el banco o en el mercado, los lugares que más frecuento. También doy una pasada por la farmacia para comprar antiinflamatorios, relajantes musculares, cosas de esas que usamos más a menudo en la medida en que nos vamos poniendo viejos. Y allí también sondeo la situación, pregunto siempre cómo está el día.

Los negocios andan por los suelos. Si la situación en el campo está mal, los efectos se sienten en todos los negocios de la ciudad. No hay cosechas, de nada, el precio de la yuca anda por el suelo, no hay quequisque, no hay cosecha de piña MD2, ya no se miran en las aceras los depósitos de basura repletos de piñas, los ganaderos lloran por el precio de la carne y las ventas están caídas. “Está dura la cosa, hay sequía”, dijo mi amigo el doctor. “Sólo los de arriba, los de siempre, miran que la economía crece, que vamos viento en popa, pero aquí en la realidad, en el mundo del día a día, las cosas andan patas para arriba”.

Nueva Guinea, RACS

Jueves, 29 de septiembre de 2016 

sábado, 24 de septiembre de 2016

LA COLONIA MEJOR ORGANIZADA DE NUEVA GUINEA

¿Cuál es la colonia mejor organizada de Nueva Guinea?, pensé muchas veces, y en busca de respuesta, las recorrí todas, sin excepción. ¿Cuál de tantas puede llevarse el premio?, ¿qué criterios se deben considerar para determinarlo?, y lo hice de manera metódica, con propuestas de acciones concretas para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.

Entre más cercana se encuentran las colonias a la cabecera municipal (menos de 10 kilómetros), tienen una elevada capacidad de gestión frente al Estado en busca de solución a sus problemas. Los líderes (comunitarios, partidarios y religiosos) visitan la alcaldía y las instituciones del Estado hasta cuatro veces por semana, padecen de un mal que muchos llaman “gestionitis”. Por supuesto, es un mal que los pobladores deben de pagar por sus incansables gestiones que acarrean gastos de transporte y “el día de trabajo”. Estos líderes tratan de quedar bien y miran más allá de su futuro inmediato para trascender el espacio de la colonia, obsesionándose en llegar a ser un día “concejales” y, en esa búsqueda, actúan como representantes de las autoridades. Es en ellas donde mayores problemas se enfrentan al momento de impulsar acciones en beneficio de sus pobladores, principalmente en el nivel de aporte comunitario y, en la medida en que el mismo es mayor en mano de obra, mayor es la problemática. La gente no se involucra directamente, muchos pagan los días hombre de trabajo que deben aportar y, al final, el sostenimiento de las obras como sistemas de agua, escuelas, etcétera, es inexistente, los niveles de apropiación comunitaria son bajísimos.

Las colonias alejadas del casco urbano, con carretera de acceso de todo tiempo, son la mayoría en Nueva Guinea. En ellas se dan problemas de diferentes índoles. Conflictos entre los líderes, entre denominaciones religiosas, y de visión sobre las prioridades para mejorar sus condiciones de vida son parte de los problemas recurrentes en ellas. Entre las mejores organizadas se encuentran La Fonseca, La Unión, y otras que se ubican en la zona del proyecto del Canal, lo que provoca un alto nivel de desmotivación e incertidumbre en sus pobladores.

Pero, ¿cuál es la mejor organizada de Nueva Guinea? Definitivamente el premio se lo lleva la colonia de San Miguel. Está ubicada al pie del Cerro Brujo, a unos cinco kilómetros de la colonia San Antonio, al noreste de Nueva Guinea. Pero, ¿por qué?, es sencillo: la gente de San Miguel es feliz, las familias que conforman la comunidad son unidas, enfrentan en conjunto la adversidad, son solidarios entre ellos y con las familias de otras comunidades.

“Necesitamos que nos ayuden a llevar la luz eléctrica a la colonia”, dijo Daniel Briceño, líder comunitario de San Miguel en una reunión comunitaria. Pero, ¿cómo van a hacer?, ni siquiera tienen un camino de todo tiempo, la mayor parte del año tenemos que caminar hasta allá, le contesté. “Nosotros hacemos maravillas, ustedes apoyen a la comunidad”, respondió con el respaldo de los otros líderes del comité comunitario. Dudé sobre la posibilidad de concretizar el proyecto de electrificación mientras lo formulábamos, la compañía que se contrató para elaborar el diseño y presupuesto lo confirmó: “La introducción de los materiales hasta San Miguel y el trabajo comunitario será uno de los mayores retos del proyecto”, afirmaron. Será difícil, tenemos que esperar hasta la época seca para iniciar el proyecto, no se pueden introducir los materiales hasta la comunidad por el mal estado del camino, les comuniqué en una reunión comunitaria. “No, ustedes no se preocupen, nosotros los vamos a introducir con bueyes, pónganlos en San Antonio y van a ver”, respondieron.

Las rastras con los postes de pino curado fueron trasladadas hasta San Antonio, se descargaron en la entrada del camino a San Miguel. Los líderes estaban esperando con las yuntas de bueyes. Fue sorprendente ver el trabajo de traslado de los postes hasta los puntos señalados por el diseño del proyecto, un poste era jalado por una yunta de bueyes a través del camino barroso, lodoso, cruzando quebradas, cruzando trechos de suampo, subiendo marcadas pendientes bajo la lluvia hasta culminar en la comunidad. Luego trasladaron de la misma manera los enormes y pesados carretes de cable de alta tensión y todos los herrajes necesarios. ¿Cuántas yuntas de bueyes emplearon? ¿Cuántos viajes realizaron? Fueron más de diez yuntas de bueyes que hacían dos viajes al día hasta introducir todos los materiales. ¿Qué valor tiene esta acción de la comunidad y sus líderes? Su esfuerzo es invaluable. Por supuesto que podemos medirlo y tener un dato económico, pero desde la perspectiva de desarrollo organizacional de la comunidad, es algo que no tiene precio.

Al culminar el proyecto, tres meses después, la comunidad de San Miguel continuaba siendo una colonia sin carretera de acceso pero con todas sus calles y viviendas iluminadas. La comunidad celebró a lo grande la culminación del proyecto, su proyecto, y fuimos invitados a la fiesta con otros actores de Nueva Guinea.

La colonia de San Miguel se convirtió, en esos años, en ejemplo de desarrollo organizativo comunitario frente a otras colonias de Nueva Guinea, y cuando en otras íbamos a emprender nuevos proyectos, invitábamos a los líderes de San Miguel para que dieran testimonio sobre las claves de su éxito en el trabajo y desarrollo comunitario.

¿Existirán otras colonias y comunidades con ese nivel de desarrollo organizativo en Nueva Guinea?  Lo dudo. En la actualidad, los pocos proyectos que se desarrollan como los de sistemas de agua potable, demandan que los usuarios deben pagar de contado el 30 por ciento del valor del medidor de agua para que inicie la obra y la mayoría no lo realiza. ¿Por qué? Esa pregunta quedará sin respuesta, pero mientras los beneficiarios, hoy llamados “protagonistas”, no sientan como propios los proyectos, la colonia de San Miguel seguirá siendo la mejor organizada de Nueva Guinea.

Nueva Guinea, RACS.
Sábado, 24 de septiembre de 2016

sábado, 17 de septiembre de 2016

NIÑOS DE GUERRA


 

“No, no te metas en la plática, porque vos sos de otra época”, dijo Joaquín cuando traté de explicar las diferencias generacionales entre ellos, los tres amigos que tras reencontrarse conversaban sobre su niñez, y la mía.

“Nací en época de guerra. De mi infancia siempre recuerdo la abundancia de escasez, penuria de comida, ropa y juguetes en la época de navidad. La guerra se me metió en la sangre. Aprendí a contar con una cartilla llena de símbolos de guerra. Una granada más dos granadas, ¿cuántas son?, preguntaba la maestra. A vos te enseñaron a contar con palitos de fósforos, con un método fresa. Dos AK-47 por dos AK-47, ¿cuántas resultan?, seguía la maestra. Las navidades se celebraban con disparos, las balas trazadoras y las luces de bengalas que tiraban desde la base militar de Juigalpa iluminaban el cielo”.

“¡Joaquín, Joaquín, contá lo del Pájaro Negro!, lo interrumpió Gustavo.

¡El Black Bird!, cuando el pajarito pasaba, con la explosión todo temblaba y me tiraba debajo del pupitre, las chavalas lloraban, otros se orinaban. El tiempo se detenía, el silencio se adueñaba de todo y quedaba en trance. Todo el día pasaba temblando porque nos metieron el cuento de que el pájaro iba a dejar caer bombas por todos lados.

“Mirá como es ahora”, dijo Gustavo y Joaquín se sentó a su lado.

“Siempre existen chavalos nefastos, esos que son mayores y te pegan por algo tuyo que quieren, que les gusta. A eso ahora le llaman “bullying”. Nosotros vivimos esos años en un constante acoso psicológico por la situación, por la guerra. ¿No era todo eso un maltrato psicológico? Para que te des una idea, cuando esos bravucones nos hacían la vida imposible, con sólo que les gritáramos ¡Reagan, Reagan, Reagan!, dejaban de molestarnos y se escondían porque Reagan era el mismísimo demonio y Sandino el héroe”.

“Nos entreteníamos aprendiendo el arte de la guerra”, dijo Aster. Joaquín y Gustavo cruzaron miradas y se carcajearon.

“Es cierto, aunque se rían, recuerdo cuando íbamos al río, a la quebrada de Carca, con los amigos de mi papá, contentísimos porque llevaban armas, unos grandes fusiles de francotiradores, ¿cómo se llamaba?”

“¡Dragunov!”, respondieron los dos al unísono.

“Sí, sí, era inmenso, con patitas para apoyarlo en el suelo, el cargador era curvo y Fidel nos decía, ¡a ver chavalos! ¡vamos a ver quién aguanta la patada! y nos poníamos pecho en tierra para disparar contra el paredón de piedras, al pie de la poza, y ¡bang! la patada nos tiraba hacia atrás, quedábamos con el hombro inflamado. Las granadas venían después, eran granadas como un huevo, con un resalte a los lados. Era un entrenamiento de guerra, imagínate, zipotes en esas. “Mirá la espoleta y cuando se la quités, así, mirá, tírala a la poza, vas a oír un pop y la tirás de inmediato”, seguía diciendo Ficho. La poza tiraba agua con pescaditos muertos como gotas de lluvia, las piedras de la orilla quedaban mojadas y corríamos a bañarnos dando gritos de alegría”.

Ustedes son de la generación que no cree en nada ni en nadie, dije luego de un momento de silencio.

“En nada ni en nadie, mucho menos en política. Somos niños de guerra, luchamos por la sobrevivencia”, respondió Joaquín.

“Y los negocios”, agregó Aster.

Pero ustedes que pueden contribuir mucho, mejorar el país y no lo hacen, agregué.

“No entendés que se nos arruinó la vida”, dijo Gustavo.

“¡Bridemos por el reencuentro!”, agregó Joaquín tomando del cuello una botella de whiskey y les sirvió un trago.

Tomé un vaso y extendí la mano. Están eufóricos aun cuando la tristeza no se pierde en sus ojos. Mis nietos nunca serán niños de guerra, pienso. ¡Salud!



17/09/2016

miércoles, 7 de septiembre de 2016

LABERINTO: EL PERRO QUE ME ESPERA


Ella pasó en su camioneta muchas veces por la casa. En sus recorridos no logró identificarla porque los años la habían borrado de su memoria, perdida en la niebla del pasado. Era una idea vaga la que se hacía de la casa cuando pasaba en función de sus gestiones cotidianas, observando la hora para dejar puntualmente a su hija en el colegio, recordar dónde llevaba la lista de las compras, concentrarse en el volante de su camioneta y calmar la ansiedad para evitar las multas de los policías que se apostaban todos los días en el mismo tramo del trayecto.

La recordaba vagamente, porque su vida no estaba para revolver ese pasado lejano, aunque hubiera vivido en esos años los momentos más felices de su vida. Se había encerrado en sí misma, en su lujosa casa de reparto poblado por seres de clase media alta. Al casarse se concentró en hacerla a su manera; desplegó alfombras persas en la sala y en su cuarto, se protegió de la intensa luz solar con cortinas azules, climatizó su habitación para encapsularse en una burbuja invernal y acomodó en el centro la cama más espaciosa del mundo, y le hizo hacer al carpintero de su barrio un comedor para doce comensales, modelo moderno del de la última cena. Se esmeró en su jardín y el de los alrededores de la casa plantando rosales, begonias, helechos, dracenas, crotones, flores de avispa de múltiples colores y miles cactus diminutos en maceteras de barro. Sus días transcurrían ajena al mundo de afuera, a las noticias y a los muertos por la guerra que eran sustituidos por cepas podridas de chagüite. En su ir y venir de recorridos obligados en el día, siempre miraba de reojo la casa, pero una mañana la niebla de sus recuerdos se despejó, y la recordó como si siempre hubiera sido suya. Ilusionada llegó a su casa de clase media alta y salió al jardín, y allí, en el mundo de colores que había implantado, recuperó sus recuerdos olvidados.

Él se llamaba Jack y lo había conocido por los laberintos que da la vida. Ella, de tez blanca, cabello corto, con una mirada de inocencia y una voz de alegría sostenida por su figura de gacela que se enfrenta a todos los retos, siempre fue observada por él en la distancia, haciendo rugir la habitación de trabajo que compartían con el tecleo incesante de la máquina de escribir que ella usaba llenado unas sábanas de papel contable de treinta y dos columnas. Nunca le prestó atención a su mirada pero una mañana Jack se levantó de su escritorio y le ofreció una taza de café. La habitación quedó en silencio, las miradas se concentraron en ellos, y desde ese instante se volvían a ver desde los extremos que ocupaban con deseos de que llegaran los quince minutos de descanso. Se convirtieron en amigos inseparables con miradas encontradas desde que entraban al complejo estatal en que laboraban, compartían la hora del almuerzo en el comedor instalado para los trabajadores, se sentaban juntos en el microbús que hacia el recorrido para llevar y dejar a los empleados de a pie, y se juntaban en las numerosas asambleas de trabajadores que se convocaban en esos años. No pudo recordar cómo y bajo qué circunstancias Jack le declaró el amor que sentía, pero lo volvió a ver con su hombro pegado a la pared del edificio, al lado del lavandero en que las mujeres de limpieza mantenían sus enseres de trabajo, tomándola de la mano, atrayéndola y robándole el beso que ella también deseaba. Fue un beso sin resistencia, un beso de ternura y sus miradas se reconocieron envueltos en la ilusión de un amor temprano.

Ella volvió a suspirar por el recuerdo, se sentó en una mecedora y ordenó un té helado. Sus recuerdos dieron saltos en el tiempo, no pudo descifrar el momento en que se amaron la primera vez, pero recordó con claridad la casa que antes se mantuvo nublada en sus recuerdos. Eran la casa en que se amaron incontables veces, la casa de un amigo de Jack que facilitaba las condiciones para ello, no muy distante de la casa del barrio donde ella vivía con sus padres. El acceso a la casa era amplio y distante de una terraza donde Jack parqueaba su vehículo. Todos los alrededores de la terraza se encontraban llenos de maceteras sembradas de plantas multicolores, y contiguo a ella estaba la habitación que por años convirtieron en su paraíso de amor, y que un perro pastor alemán era su guardián. Los primeras veces el perro enloquecía pero con el tiempo desesperaba moviendo la cola cuando sentía el aroma de ella. Jack no sabía cómo se llamaba, nunca le preguntó a su amigo pero con el tiempo ella se fue encariñando con el perro a tal grado que cuando llegaban, ella le quitaba la cadena y el perro enloquecía haciendo gracias, corría en dirección a todos lados, lamía sus pies, levantaba sus manos y daba círculos alrededor de ella. Luego de ese encariñamiento, acostados en la habitación, ella con su mejilla en el pecho de Jack, dijo que el perro debía tener nombre. ¿Cómo quieres que lo llamemos?, pregunto Jack. Tras una pausa de silencio, mientras acariciaba su barba y su pecho, respondió: Laberinto, llamémoslo Laberinto, es el perro que siempre me espera.

Muchos años después que vio con claridad la casa en sus recuerdos, ordenó que hicieran una terraza al lado del jardín tal como recordaba la terraza de la casa de su primer amor, un amor que se esfumó por aquellos años de miseria, de guerra, de agonías y de muertos convertidos en cepas de chagüite que todavía hoy deambulaban por las noches espantando a los vivos en las calles polvosas y lodosas de los pueblos de Nicaragua.
  


07/09/2016